JAIME ANDRÉS PATIÑO CHAPARRO
jaime.patino@gmail.com
Hace unos pocos días viajé a Cali por un evento académico y me encontré que cuando estaba en él, una concentración de manifestantes del campesinado caucano había cerrado la vía en varios puntos de la carretera hacia Popayán, lo que no me permitiría devolverme a casa para cuando terminara el evento.
Pasó por mi mente que mi familia me esperaba y empecé a preocuparme a tal punto que me imaginé caminando entre manifestantes con tal de poder regresar. Para mi fortuna, el bloqueo duro muy poco y cuando regrese a casa al día siguiente todo estaba más normalizado, había tráfico lento y mucho nerviosismo entre el asfalto y los viajantes; no sabíamos si podríamos llegar al final de nuestros caminos.
Cuando pasamos por el municipio de Cajibío, un campesino estiró la mano y el conductor, al notar que le hacía falta un cupo por el afán de partir desde Cali, lo recogió. Desde aquel momento inició una conversación con él para saber un poco más que estaba pasando desde su perspectiva, este campesino era uno de los manifestantes.
Él me contó que sembraba coca, que no era narcotraficante, que no procesaba la hoja de la “mata que mata” y que quería terminar con esta actividad que aprendió desde chico. Me contó además que el gobierno de Santos firmó en los acuerdos de paz con las FARC, que habría apoyo de parte del estado colombiano para el reemplazo de los cultivos ilícitos, que él quería desde hace mucho tiempo cambiar de actividad porque sabía que al final de todo le hacía daño a mucha gente, pero que antes de hacerlo requería de dos cosas: tener el apoyo del gobierno porque todo estaba muy costoso y tener la tranquilidad de lograr un sustento para su familia; necesitaba capacitación.
Cuando llegué a mi casa sentí la necesidad de ir más allá y empecé a documentarme sobre el proceso de implementación de los acuerdos de paz para el campesinado colombiano en cuanto a la sustitución de cultivos ilegales, y me di cuenta, que mucho de esto está estancado en el Congreso de la República por que algunos de sus “honorables” congresistas no han querido legislar lo que ya está firmado, sencillamente prevalecen sus necesidades políticas y personales antes que la estabilidad de muchas familias del agro colombiano que hoy sufren de hambre.
Luego, recordé cual es la realidad caucana, recordé que nuestros parlamentarios solo vienen a lucir gestiones de acompañamiento al final de un acuerdo para levantar una crisis social, pero que en realidad no le ponen el pecho firme para la solución de los verdaderos problemas. También recordé que cuando las comunidades requieren de paros y bloqueos de vías para ser escuchados; cosa que no comparto, estos se desaparecen para buscar mermelada, para aprovechar el tiempo y reajustar sus campañas de reelección o simplemente para hacer cualquier otro oficio menos el que la constitución les provee, la de representar las necesidades de su departamento.
Eso me pone a pensar mucho más en la verdadera necesidad de la cual los caucanos estamos urgidos y necesitamos tanto, y es la de hacer una especie de revolcón democrático en las urnas este próximo 11 de Marzo, los actuales congresistas no nos apoyan como lo deben hacer y se requiere de forma inmediata elegir a nuevos y verdaderos líderes que sientan nuestras inquietudes, personajes a los que les duela verdaderamente nuestro departamento y que no vengan solo a pedir votos cada cuatro años.
En nuestra amada tierra necesitamos de personajes con cojones, berraquera, criterio, pero sobretodo con coherencia, no necesitamos parlamentarios de pantalla y de populismos baratos. Necesitamos cambiar lo que no sirve y de todos lastimosamente no se hace ni uno.
Entonces concluyo nuevos cuestionamientos: ¿Será que el Cauca seguirá reeligiendo camaleones que no contribuyen al desarrollo regional? ¿No será que ya es hora de acabar con todos ellos censurándolos del Congreso? ¿Cuántos será que logramos cambiar para este nuevo periodo? Ni un voto más por ellos.
jaime.patino@gmail.com
Hace unos pocos días viajé a Cali por un evento académico y me encontré que cuando estaba en él, una concentración de manifestantes del campesinado caucano había cerrado la vía en varios puntos de la carretera hacia Popayán, lo que no me permitiría devolverme a casa para cuando terminara el evento.
Pasó por mi mente que mi familia me esperaba y empecé a preocuparme a tal punto que me imaginé caminando entre manifestantes con tal de poder regresar. Para mi fortuna, el bloqueo duro muy poco y cuando regrese a casa al día siguiente todo estaba más normalizado, había tráfico lento y mucho nerviosismo entre el asfalto y los viajantes; no sabíamos si podríamos llegar al final de nuestros caminos.
Cuando pasamos por el municipio de Cajibío, un campesino estiró la mano y el conductor, al notar que le hacía falta un cupo por el afán de partir desde Cali, lo recogió. Desde aquel momento inició una conversación con él para saber un poco más que estaba pasando desde su perspectiva, este campesino era uno de los manifestantes.
Él me contó que sembraba coca, que no era narcotraficante, que no procesaba la hoja de la “mata que mata” y que quería terminar con esta actividad que aprendió desde chico. Me contó además que el gobierno de Santos firmó en los acuerdos de paz con las FARC, que habría apoyo de parte del estado colombiano para el reemplazo de los cultivos ilícitos, que él quería desde hace mucho tiempo cambiar de actividad porque sabía que al final de todo le hacía daño a mucha gente, pero que antes de hacerlo requería de dos cosas: tener el apoyo del gobierno porque todo estaba muy costoso y tener la tranquilidad de lograr un sustento para su familia; necesitaba capacitación.
Cuando llegué a mi casa sentí la necesidad de ir más allá y empecé a documentarme sobre el proceso de implementación de los acuerdos de paz para el campesinado colombiano en cuanto a la sustitución de cultivos ilegales, y me di cuenta, que mucho de esto está estancado en el Congreso de la República por que algunos de sus “honorables” congresistas no han querido legislar lo que ya está firmado, sencillamente prevalecen sus necesidades políticas y personales antes que la estabilidad de muchas familias del agro colombiano que hoy sufren de hambre.
Luego, recordé cual es la realidad caucana, recordé que nuestros parlamentarios solo vienen a lucir gestiones de acompañamiento al final de un acuerdo para levantar una crisis social, pero que en realidad no le ponen el pecho firme para la solución de los verdaderos problemas. También recordé que cuando las comunidades requieren de paros y bloqueos de vías para ser escuchados; cosa que no comparto, estos se desaparecen para buscar mermelada, para aprovechar el tiempo y reajustar sus campañas de reelección o simplemente para hacer cualquier otro oficio menos el que la constitución les provee, la de representar las necesidades de su departamento.
Eso me pone a pensar mucho más en la verdadera necesidad de la cual los caucanos estamos urgidos y necesitamos tanto, y es la de hacer una especie de revolcón democrático en las urnas este próximo 11 de Marzo, los actuales congresistas no nos apoyan como lo deben hacer y se requiere de forma inmediata elegir a nuevos y verdaderos líderes que sientan nuestras inquietudes, personajes a los que les duela verdaderamente nuestro departamento y que no vengan solo a pedir votos cada cuatro años.
En nuestra amada tierra necesitamos de personajes con cojones, berraquera, criterio, pero sobretodo con coherencia, no necesitamos parlamentarios de pantalla y de populismos baratos. Necesitamos cambiar lo que no sirve y de todos lastimosamente no se hace ni uno.
Entonces concluyo nuevos cuestionamientos: ¿Será que el Cauca seguirá reeligiendo camaleones que no contribuyen al desarrollo regional? ¿No será que ya es hora de acabar con todos ellos censurándolos del Congreso? ¿Cuántos será que logramos cambiar para este nuevo periodo? Ni un voto más por ellos.
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