Ciento noventa años después

HAROLD MOSQUERA RIVAS 
hamosri@hotmail.com

El próximo 11 de noviembre la Universidad del Cauca cumple 190 años de existencia. A pesar de haberse creado el 24 de abril de 1827 por el General Francisco de Paula Santander, el Alma Mater se instaló el 11 de noviembre con los programas de Medicina, Jurisprudencia, Agrimensura y Teología.

Inició la Universidad con un grupo de 700 estudiantes, hoy 190 años después bordea los 16.000 estudiantes, lo que arrojaría un incremento promedio de 84 estudiantes por cada año de existencia.

De nuestra Universidad han egresado Presientes de la República, Parlamentarios, Escritores, Diplomáticos, Científicos y otros connotados profesionales que le han dado lustre en el ámbito nacional e internacional. Pero en esta ocasión quiero hacer una reflexión sobre la presencia de los indígenas y afrodescendientes en la Universidad. Pues hace 190 años, todos los afros que habitaban nuestro Departamento eran esclavos, recordemos que solo 24 años después de la creación de la Universidad el Presidente José Hilario López decretó la abolición legal de la esclavitud. Así las cosas, de los 700 estudiantes iniciales, ninguno era afrodescendiente o indígena.

El primer afrodescendiente del que se tenga noticia como estudiante de la Universidad del Cauca, en la Facultad de Jurisprudencia fue Manuel Saturio Valencia, un joven Chocoano que llegó patrocinado por la Iglesia católica Chocoana y que fuera el primer personero y el primer juez afrodescendiente en Colombia. Terminó sus días siendo el último colombiano condenado a la pena de muerte por fusilamiento, acusado de un incendio que no cometió, en tiempos en que el delito de incendio era sancionado con la pena de muerte por mandato del artículo 29 de la Constitución de 1886, también se imponía la pena de muerte por traición a la patria en guerra extranjera, parricidio, asesinato, asalto en cuadrilla de malhechores, piratería y algunos delitos militares. Sin lugar a dudas Manuel Saturio Valencia es una de las figuras afro cuya historia se destaca en estos 190 años de la Universidad, pero la realidad de indígenas y afros en el alma mater no es alentadora, pues ha sido necesario crear plazas especiales, a manera de cuotas en las facultades para que esos cupos sean solo disputados por estudiantes indígenas y afrodescendientes que hagan una inscripción especial previa acreditación de su condición de tales.

Esas plazas especiales son el reconocimiento de la falta de inversión y desarrollo en las regiones habitadas por unos y otros, lo que se traduce en desigualdad al momento de aspirar a la admisión en la Universidad. Para el año 1982 cuando ingresé a la Facultad de Ingeniería Electrónica, no existían esos cupos, la admisión se dividía en un 50% para estudiantes caucanos y un 50% para estudiantes de otros Departamentos.

Por puntaje fui el primero de la lista de admitidos, pues había cursado la educación primaria y secundaria en dos instituciones oficiales de Cali y eso me garantizaba las mismas condiciones de los restantes aspirantes, pero no era igual la situación de los estudiantes de municipios como Guapi,

López de Micay y Timbiquí, para mencionar solo los del Departamento del Cauca. Celebraremos estos 190 años de manera emotiva, con actos académicos y culturales, pero las comunidades indígenas y afrodescendientes del Cauca todavía estamos lejos de tener condiciones justas para acceder a un número de cupos proporcional a nuestras poblaciones que debería ser lo pertinente en condiciones de igualdad. Quizá dentro de 190 años nuestros descendientes puedan celebrar los 380 años de Unicauca en condiciones diferentes.

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