Editorial: Espacio público: problema sin fin

Tal parece que la ocupación ilegal del espacio público en Popayán será siempre una discusión de nunca acabar, tomando en cuenta que en cada Administración Municipal se adoptan decisiones, se ejecutan planes y se recuperan zonas, pero en poco tiempo el problema resurge como la maleza o el insecto que han creado resistencias contra cualquier sustancia que se les aplique.

Y aunque pareciera que para muchos es un mal menor, la verdad es que la invasión al espacio público se convirtió en una de las contravenciones que más caras tiene, y que más cara le sale a Popayán.

Como enfermedad, la invasión al espacio público comprende una serie de acciones que podrían ser de las que más someten a la ciudad al deterioro. Cuando hablamos de puestos ambulantes o de invasión de ante jardines y zonas verdes, la invasión conlleva carpas, muros y otras infraestructuras, que traen transformación y deterioro de andenes y parques de forma más acelerada. Por su parte, cuando hablamos de vallas, pasacalles y elementos semejantes, estos empiezan por ser instalados de manera pirata, pero terminan por incorporarse en el paisaje visual y que con el paso del tiempo y del deterioro, se convierten en riesgo en el espacio público.

Como síntoma, y esto es insoslayable, hay que recordar que el aprovechamiento informal del espacio público también es una consecuencia de la eventual falta de oportunidades educativas o en el mercado laboral, sin embargo, aunque el trabajo informal en espacio público es oportunidad para cualquier ingreso, lo cierto es que se ha convertido en escampadero para quienes no desean ninguna instrucción educativa adicional o, en una espontánea conformación de un grupo muy cohesionado con unas peticiones inamovibles que no están dispuestos a negociar ahora como tampoco lo estuvieron en tiempos electorales.

Esto último, es lo que más dificultades puede presentar frente a las decisivas acciones emprendidas por la Alcaldía ahora que se viene el fin de año, temporada en la que las calles payanesas se atiborran de comerciantes informales ofreciendo toda clase de mercancía. ¿Será capaz la actual administración pese a la buena intención que tienen en esta tarea, cuando hay tanto terreno y tanto aire cedidos a manos de la informalidad, de hacer de la ciudad un modelo de descontaminación espacial y visual?


Pero, más allá de que los sucesivos gobiernos hayan sido descuidados o diligentes en la lucha contra tal manifestación del desorden urbano, lo cierto es que la tendencia a ocupar ilegalmente los espacios colectivos está arraigada en el corazón y la conciencia no solo del ciudadano raso, pues el asunto parece no tener estrato ni condición intelectual. Al parecer, se trata de otra de las manifestaciones del oportunismo y del individualismo que nos caracterizan.

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