ROBERTO RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ
Profesor Unicauca
robespierre523@hotmail.com
Sostener que los Magistrados de la Jurisdicción Especial de
Paz están impedidos para posesionarse y actuar imparcialmente por haber llevado
procesos de violación de los derechos humanos, o del derecho internacional
humanitario, o del derecho penal internacional, contra el Estado o a favor de
las víctimas del conflicto armado, en los últimos 5 años, es jurídica y
políticamente inaceptable.
Se trata de una decisión toma en el Congreso de la República
en noviembre pasado durante el trámite de la Ley Estatutaria de la JEP,
impulsada por la alianza de Cambio Radical, Partido Conservador, Partido de la
U y Centro Democrático. Con ello unos 8 o 10 Magistrados no podrían
posesionarse en los cargos para los que fueron seleccionados, por lo menos
hasta que la Corte Constitucional no declare la insconstitucionalidad
manifiesta de esta esta medida.
Hay allí un ataque más contra los defensores de los derechos
humanos, a los que se discrimina y estigmatiza, además de violarles su derecho
a la igualdad. Pero también se vulneran -todavía más- los derechos de las
víctimas del conflicto, a quienes se les castiga por haber accedido a la
justicia y por la acción legal de sus defensores.
Lógicamente, en las Facultades de Derecho miramos esta
interpretación como una burda negación del ejercicio libre de la profesión de
Abogado.
Pero, en el fondo lo que se persigue es garantizar la
impunidad de los agentes estatales violadores de los derechos humanos,
responsables de graves crímenes por los que fueron demandados, y que ahora son
considerados como héroes. Se logra además que la JEP sea un tribunal para
juzgar y condenar los crímenes de las Farc, excluyendo a funcionarios y civiles
igualmente comprometidos.
Las justificaciones alegadas son la falta de imparcialidad
de los futuros Magistrados y el afán de mantener el sano equilibrio de la
justicia, discutibles desde todo punto de vista, pero que a nuestro juicio
tendrían que ser demostradas por quienes sufran o padezcan estas anomalías en
cada caso concreto y particular.
Sobra decir que continúa el irrespeto a los Acuerdos de Paz
firmados al impedir la culminación de las labores del Comité de Escogencia que
seleccionó a estos Magistrados. Esto hace parte de las renegociaciones que se
han venido adelantando y que ponen en riesgo dichos Acuerdos.
El llamado “sesgo ideológico” del que se acusa a varias
personas vinculadas a las diversas instancias creadas por el proceso de paz es
realmente un mecanismo muy conocido, utilizado para etiquetar como “de
izquierda” a quienes hayan trabajado en los derechos humanos, los temas
humanitarios, la justicia, la democracia real y la paz, labores todas ellas
legales y honrosas que las Comunidades valoran y premian pero que a otros
inquietan. Es más, quienes desatan estas persecuciones incurren, ellos sí, en
un claro sesgo ideológico de derecha.
Se ha fortalecido el temor a “hacerles el juego a las Farc”
(que resulten absueltos por la JEP y reivindicados por la Comisión de la
Verdad), cálculo político que históricamente ha servido a los directorios y
dirigentes tradicionales para condenar todo lo que sea progresista: cuando
tenían las armas todo era culpa del terrorismo subversivo; ahora, sin armas,
todo obedece a una campaña electoral izquierdista que –lógicamente- pretende
disputarles los espacios políticos a los políticos regionales. Ante tal peligro
son válidas muchas formas de lucha, así estas atenten contra los derechos
humanos de personas y grupos.
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