Mujeres, en el epicentro de la violencia

Una honda preocupación se ciñe sobre la capital caucana, luego que se conociera el asesinato de una humilde mujer en una calle del Centro Histórico. Un individuo la emprendió a puñal contra la víctima por razones que se indagan, causando su deceso minutos después cuando era atendida en un centro asistencial de nuestra ciudad.

Cuando un hombre, cegado por la ira, agrede brutalmente a una mujer por cualquier razón, el problema se vuelve un padecimiento colectivo, un trastorno social. Infortunadamente estamos ante un caso de este tipo que se configura como un feminicidio.

Cuando hechos como estos se vuelven más frecuentes y más brutales, es el síntoma inequívoco de que la sociedad está padeciendo una grave enfermedad moral y emocional, que convierte paradigmas enraizados de machismo y orgullo viril en una obsesión controladora que se manifiesta en la violencia.

Se estima que cada 36 minutos una mujer es maltratada en nuestro país, y contrario a lo que muchas personas piensan, y en especial, los hombres machistas; los gritos, las malas palabras, y los regaños injustificados, también son acciones de maltrato que tienen que ser denunciadas, como cualquier golpe o cachetada. De esta honda nada de situaciones, muchas terminan en el asesinato, engrosando una cifra que causa estupor en nuestro país.

La violencia contra la mujer es un tema de preocupación nacional donde se vulneran los derechos fundamentales de las féminas, atentando contra sus vidas e impidiendo el desarrollo de una sociedad inclusiva y democrática.

La violencia ejercida contra la mujer es un problema que obedece a estructuras jerárquicas patriarcales, aquellas que reproducen una cultura donde las mujeres son vistas como objetos desechables y maltratables. Prueba de ello es que las múltiples violaciones de dichos derechos se desarrollan tanto en tiempos de paz como en tiempos de conflicto armado. Con ello se evidencia que las mujeres se enfrentan a la discriminación del Estado, de sus familias y de la comunidad en general.

Las desigualdades por la condición de género, que son causas del feminicidio, deben recibir mayor atención en las esferas públicas y privadas para revisar los ideales culturales de lo masculino y lo femenino, propendiendo a revalorizar a la mujer. Aminorar la impunidad es otro aspecto que debe atenderse con empeño.

Los feminicidios son la trágica y definitiva punta del iceberg de un problema que se extiende por toda la sociedad y somete a miles de mujeres a existencias sumidas en el miedo y la opresión. Un machismo más o menos gradual que toma formas diferentes, pero que siempre está sustentado en una idea de control y poder. Cualquier mujer puede ser víctima. Las estadísticas muestran que no es cuestión de edad, nacionalidad o clase socioeconómica. Un triste abanico que demuestra que estamos ante un problema ideológico, no doméstico. Como tal, su abordaje debe ser una prioridad política.

Se exigen entonces, aparte de celeridad en las investigaciones que llevaron al crimen de esta joven ciudadana payanesa, que las entidades gubernamentales destinen espacios seguros y libres de violencias contra las mujeres, niñas y niños, e igualmente se insta a que en los planes de desarrollo se incluyan las políticas públicas que garanticen la protección, seguridad e integridad a la vida de las mujeres y el acceso oportuno y eficaz a la justicia.

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