RODRIGO SOLARTE
rodrigo_solarte@hotmail.com
La continuidad de los procesos sociales van de la mano con el de crecimiento y desarrollo de las personas que conforman las familias, comunidades, estratos, sociedad, región, país, continentes y universo.
La diversidad es un común denominador en todos ellos, con algunos rasgos comunes de especie, como distintivo clasificado por los humanos con las ciencias ideadas por ellos mismos, motivados principalmente por intereses de subsistencia y el mejoramiento progresivo de las condiciones de vida y búsqueda de la verdad sobre tantos misterios naturales, cósmicos y de nuestro mismo existir como pensantes y soñadores.
Cada generación tiene la esperanza de que las condiciones de vida mejoren para las siguientes.
La diversidad de tales sentimientos e intereses derivados principalmente de la organización económica, social y política que nos hemos ido dando en estos siglos de historia, son también motivo de conflictos.
Se llegó a la actitud de preferir el exterminio del otro, que buscar alternativas de solución a través del diálogo, sincero, humano, solidario, para llegar a una convivencia sostenible por lo justa y dignificante del Ser humano.
El mejoramiento como la búsqueda de felicidad afectiva es la riqueza espiritual que mueve a quienes nos comprometemos con la vida y todo lo que ello significa, incluyendo a la naturaleza con su biodiversidad y territorios donde habitamos y debemos proteger para las próximas generaciones.
El ánimo de lucro cultivó al egoísmo, término que diferenciamos del individualismo, pues todas y todos somos individuos, más humanos cuando asumimos la solidaridad, innata o aprendida conscientemente para recuperarla como propia de nuestra especie humana, soñadora y constructora de la paz, por los Derechos humanos y de la naturaleza, tan maltratados por nosotros mismos.
La disyuntiva estructural actual, entre mantener e incluso agudizar situaciones para volver a la guerra y entrega de nuestras riquezas naturales, sin importar ni el presente y menos el futuro de las nuevas generaciones, cuenta ya con las experiencias ganadas, la resistencia organizada de mujeres y hombres conscientes de campos y ciudades, resiliencias asimiladas, y la organización necesaria que sin sectarismos ni dogmas anacrónicos, se continúan gestando en todos los espacios donde transcurre la vida, el trabajo, los derechos y deberes en este siglo de la vida y la paz, que será el gran aporte de América Latina al mundo.
Los cambios fundamentales comienzan por todos y cada uno de nosotros. Habrá quienes no los vean necesarios e incluso vean al otro como saboteadores de las intenciones gubernamentales, o quienes con pensamiento ajeno replican situaciones de otros países, como si en esta revolución de las comunicaciones, no viéramos o escuchemos todos los intereses en las redes y demás medios masivos de comunicación.
El cambio de las armas por la batalla de ideas, planes, proyectos, diálogos, debates, leyes concertadas con las decisiones económicas consecuentes, freno a la corrupción estructural, al uso de medios asesinos contra el ecosistema, el presente y futuro de las comunidades campesinas en primera instancia etc, cuenta ya con el pensamiento crítico constructivo que seguirá ampliándose y profundizando con las nuevas generaciones constructoras de su propio futuro.
Somos conscientes de la necesidad e historicidad de estos cambios. De las potencialidades de nuestro Departamento y sus diferencias de oportunidades con otros, representantes de pensamientos menos alternativos y más citadinos, e igualmente de los retos para las nuevas administraciones posesionadas, quienes deberán complementar el cortoplacismo y la planeación estratégica democráticamente construida con y para las siguientes administraciones que los votos honestos sigan eligiendo.
Muchos procesos y esperanzas están implícitos en estas columnas de opinión periodística y ciudadana. Esperamos que la nueva historia también los refleje.
rodrigo_solarte@hotmail.com
La continuidad de los procesos sociales van de la mano con el de crecimiento y desarrollo de las personas que conforman las familias, comunidades, estratos, sociedad, región, país, continentes y universo.
La diversidad es un común denominador en todos ellos, con algunos rasgos comunes de especie, como distintivo clasificado por los humanos con las ciencias ideadas por ellos mismos, motivados principalmente por intereses de subsistencia y el mejoramiento progresivo de las condiciones de vida y búsqueda de la verdad sobre tantos misterios naturales, cósmicos y de nuestro mismo existir como pensantes y soñadores.
Cada generación tiene la esperanza de que las condiciones de vida mejoren para las siguientes.
La diversidad de tales sentimientos e intereses derivados principalmente de la organización económica, social y política que nos hemos ido dando en estos siglos de historia, son también motivo de conflictos.
Se llegó a la actitud de preferir el exterminio del otro, que buscar alternativas de solución a través del diálogo, sincero, humano, solidario, para llegar a una convivencia sostenible por lo justa y dignificante del Ser humano.
El mejoramiento como la búsqueda de felicidad afectiva es la riqueza espiritual que mueve a quienes nos comprometemos con la vida y todo lo que ello significa, incluyendo a la naturaleza con su biodiversidad y territorios donde habitamos y debemos proteger para las próximas generaciones.
El ánimo de lucro cultivó al egoísmo, término que diferenciamos del individualismo, pues todas y todos somos individuos, más humanos cuando asumimos la solidaridad, innata o aprendida conscientemente para recuperarla como propia de nuestra especie humana, soñadora y constructora de la paz, por los Derechos humanos y de la naturaleza, tan maltratados por nosotros mismos.
La disyuntiva estructural actual, entre mantener e incluso agudizar situaciones para volver a la guerra y entrega de nuestras riquezas naturales, sin importar ni el presente y menos el futuro de las nuevas generaciones, cuenta ya con las experiencias ganadas, la resistencia organizada de mujeres y hombres conscientes de campos y ciudades, resiliencias asimiladas, y la organización necesaria que sin sectarismos ni dogmas anacrónicos, se continúan gestando en todos los espacios donde transcurre la vida, el trabajo, los derechos y deberes en este siglo de la vida y la paz, que será el gran aporte de América Latina al mundo.
Los cambios fundamentales comienzan por todos y cada uno de nosotros. Habrá quienes no los vean necesarios e incluso vean al otro como saboteadores de las intenciones gubernamentales, o quienes con pensamiento ajeno replican situaciones de otros países, como si en esta revolución de las comunicaciones, no viéramos o escuchemos todos los intereses en las redes y demás medios masivos de comunicación.
El cambio de las armas por la batalla de ideas, planes, proyectos, diálogos, debates, leyes concertadas con las decisiones económicas consecuentes, freno a la corrupción estructural, al uso de medios asesinos contra el ecosistema, el presente y futuro de las comunidades campesinas en primera instancia etc, cuenta ya con el pensamiento crítico constructivo que seguirá ampliándose y profundizando con las nuevas generaciones constructoras de su propio futuro.
Somos conscientes de la necesidad e historicidad de estos cambios. De las potencialidades de nuestro Departamento y sus diferencias de oportunidades con otros, representantes de pensamientos menos alternativos y más citadinos, e igualmente de los retos para las nuevas administraciones posesionadas, quienes deberán complementar el cortoplacismo y la planeación estratégica democráticamente construida con y para las siguientes administraciones que los votos honestos sigan eligiendo.
Muchos procesos y esperanzas están implícitos en estas columnas de opinión periodística y ciudadana. Esperamos que la nueva historia también los refleje.
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