HAROLD MOSQUERA RIVAS
hamosri@hotmail.com
El pasado viernes 15 de diciembre viajando en un bus de servicio público, desde Popayán a Cali, tuve ocasión de compartir un viaje sencillo pero maravilloso. A mi lado en la última fila del bus se ubicaron dos venerables ancianas, una de aproximadamente 90 años y la otra de unos 70. Les pregunté de dónde venían y la menor me respondió que ella y su Mamá venían desde Argelia, en un viaje largo y muy tortuoso para su señora madre, ahora viajaban a Cali para encontrarse con sus hijos nietos y bisnietos que residían en el Distrito de Agua Blanca en Cali. Su sitio de encuentro era la esquina de Olímpica en la calle 25 y por no tener teléfono celular para comunicarse con sus parientes, debían bajarse en esa esquina para evitar perderse, la señora me solicitó recordarle cuando llegáramos a su sitio de bajada, a lo cual me comprometí.
Desde que el bus salió de Popayán la señora en voz alta solicitó al conductor que la dejara en el Olímpica de la 25, se lo recordó entrando a Piendamó, luego al salir de Santander de Quilichao, después al pasar por Jamundí y finalmente al entrar al sur de Cali. Durante el viaje no paró de hablarme de sus hijos, nietos y bisnietos, de sus humildes trabajos y sus sueños de progreso en la ciudad, pues según ella, el conflicto armado les obligó a abandonar su Argelia natal, dejando allí las personas y recuerdos más queridos de su infancia.
Cuando el bus se aproximaba al Olímpica de la 25 y antes que yo le comunicara que habíamos llegado a su destino, la señora empezó a gritar, allí están, allí están, hemos llegado, Mamá llegamos y con la mano derecha llamaba a sus familiares parados en tierra que todavía no habían notado la llegada del bus. La hija mayor cargaba en sus brazos a un bebé recién nacido, a ella la acompañaban dos adolescentes y una niña, todos corrieron emocionados cuando vieron descender del bus a sus abuelas, se estrecharon en afectuosos abrazos y besos que me llenaron de emoción y nostalgia mientras el conductor del bus les bajaba sus maletas de la bodega.
Yo estaba obnubilado por el cariñoso encuentro de esta familia, recordando los tiempos en que mis dos abuelas viajaban por carretera desde el Chocó hasta Cali para compartir la Navidad con nosotros. No conocí a mis dos abuelos porque murieron antes que yo naciera, pero nuestros encuentros con las abuelas eran iguales a los de la familia de este relato.
Cuando el bus partió de nuevo para alejarse de la familia de Argelia, la viajera menor corrió gritando para que el bus se detuviera, una vez el conductor paró el vehículo, la señora se acercó para decirle que le había dejado una maleta de más, que por favor la recogiera porque no era de ellas. Miré por el vidrió trasero del vehículo y vi mi maleta al lado de las que llevaban las dos ancianas. Bajé a recogerla, agradecí con un abrazo a la señora por su honestidad y por tener tan maravillosa familia, pensé al despedirme de ellas que tal vez algún día uno de esos pequeños estará defendiendo causas sociales como abogado y escribiendo artículos en un Nuevo Liberal.
hamosri@hotmail.com
El pasado viernes 15 de diciembre viajando en un bus de servicio público, desde Popayán a Cali, tuve ocasión de compartir un viaje sencillo pero maravilloso. A mi lado en la última fila del bus se ubicaron dos venerables ancianas, una de aproximadamente 90 años y la otra de unos 70. Les pregunté de dónde venían y la menor me respondió que ella y su Mamá venían desde Argelia, en un viaje largo y muy tortuoso para su señora madre, ahora viajaban a Cali para encontrarse con sus hijos nietos y bisnietos que residían en el Distrito de Agua Blanca en Cali. Su sitio de encuentro era la esquina de Olímpica en la calle 25 y por no tener teléfono celular para comunicarse con sus parientes, debían bajarse en esa esquina para evitar perderse, la señora me solicitó recordarle cuando llegáramos a su sitio de bajada, a lo cual me comprometí.
Desde que el bus salió de Popayán la señora en voz alta solicitó al conductor que la dejara en el Olímpica de la 25, se lo recordó entrando a Piendamó, luego al salir de Santander de Quilichao, después al pasar por Jamundí y finalmente al entrar al sur de Cali. Durante el viaje no paró de hablarme de sus hijos, nietos y bisnietos, de sus humildes trabajos y sus sueños de progreso en la ciudad, pues según ella, el conflicto armado les obligó a abandonar su Argelia natal, dejando allí las personas y recuerdos más queridos de su infancia.
Cuando el bus se aproximaba al Olímpica de la 25 y antes que yo le comunicara que habíamos llegado a su destino, la señora empezó a gritar, allí están, allí están, hemos llegado, Mamá llegamos y con la mano derecha llamaba a sus familiares parados en tierra que todavía no habían notado la llegada del bus. La hija mayor cargaba en sus brazos a un bebé recién nacido, a ella la acompañaban dos adolescentes y una niña, todos corrieron emocionados cuando vieron descender del bus a sus abuelas, se estrecharon en afectuosos abrazos y besos que me llenaron de emoción y nostalgia mientras el conductor del bus les bajaba sus maletas de la bodega.
Yo estaba obnubilado por el cariñoso encuentro de esta familia, recordando los tiempos en que mis dos abuelas viajaban por carretera desde el Chocó hasta Cali para compartir la Navidad con nosotros. No conocí a mis dos abuelos porque murieron antes que yo naciera, pero nuestros encuentros con las abuelas eran iguales a los de la familia de este relato.
Cuando el bus partió de nuevo para alejarse de la familia de Argelia, la viajera menor corrió gritando para que el bus se detuviera, una vez el conductor paró el vehículo, la señora se acercó para decirle que le había dejado una maleta de más, que por favor la recogiera porque no era de ellas. Miré por el vidrió trasero del vehículo y vi mi maleta al lado de las que llevaban las dos ancianas. Bajé a recogerla, agradecí con un abrazo a la señora por su honestidad y por tener tan maravillosa familia, pensé al despedirme de ellas que tal vez algún día uno de esos pequeños estará defendiendo causas sociales como abogado y escribiendo artículos en un Nuevo Liberal.
Que bonito artículo hermano, me recuerda nuestros encuentros familiares y la alegría que me da cuando llegan los integrantes que viven lejos y la nostalgia que dejan cuando se van.
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