
@CreaciónpsicologíaXXI
Ensoñar es una poderosa capacidad con la que cuenta todo ser humano, conectada con soñar e imaginar. Lo primero, aquella magia que realizamos durante el sueño -soñamos la noche entera-, con imágenes que recrean el pasado y el futuro ya que, a través de este mecanismo, recibimos información que viene más allá de nuestra conciencia. Entonces, si nos ocupamos de recordar y utilizar los sueños como parte del sexto sentido, nuestra vida tomara caminos inesperados y maravillosos.
También soñamos despiertos, permitiéndonos formar en la mente la representación de deseos, sucesos, imágenes y expectativas que no existen en la realidad, pero que son posibles de lograr. Un sueño es preámbulo de la realización y todo gran logro se engendra en él por pequeño, irreal o irrealizable que parezca.
La segunda palabra mágica es imaginar, que contiene la acción de forjar la fantasía, permitiendo que la imaginación nos lleve tan lejos como queramos y a romper con los imposibles; ser, realizar o atraer con placer todo vehemente deseo del corazón.
La ensoñación se engendra en la glándula pineal, ubicada en el centro del cerebro y que invito a conocer, familiarizarse y lo más importante activar. De esta manera, podemos dar el salto cuántico del soñar a visualizar, la otra potencia natural con la que estamos dotados para volar y poder ver más allá; observar con detalle, focalizar, creer y crear. Ver realizados anhelos, expectativas, objetivos, proyectos y misiones en el camino del propósito de vida.
La psicología recalca que todos nacemos con estos poderes, pero que se requiere aprendizaje, entrenamiento, práctica y disciplina para que se desarrollen en ese horizonte infinito de las posibilidades, con la certeza que es antes que suceda. Eso es tener visión y este año en especial 2020, no cuesta nada y es innata. Entonces, tomemos el riesgo y dejémonos sorprender con los resultados.
Hagamos el ejercicio de observar a los niños, ellos poseen la capacidad de visualizar a flor de piel como parte de su ser, diario vivir, juegos y aprendizaje porque tienen certeza, confían. Con ello recordamos que también un día tuvimos ese poder, aunque ahora lo consideremos perdido u olvidado, ya que la cultura occidental favorece el hemisferio izquierdo del cerebro racional, lógico y pensante, mientras que limita el desarrollo del derecho intuitivo, emocional e imaginativo.
Otro beneficio de la visualización es el terapéutico, al contribuir con los procesos para manejar las emociones, resolver trastornos y conflictos internos o elegir y actuar desde la esencia y no desde los imposibles, así transformar pensamientos aniquilantes en empoderadores.
No somos culpables si no logramos visualizar con facilidad, pero sí responsables de recuperar la facultad, hacerla funcionar y restablecerla para fortalecer el autocontrol, la concentración, el bienestar, la relajación, el equilibrio y la paz interna. Practiquemos y en poco tiempo nos encontraremos ensoñando-visualizando con fluidez y permitiendo que la magia se manifieste: respirar en forma abdominal y pausada con conciencia del inhalar y exhalar, observar el interior y el contexto sin preocupaciones, juicios o críticas y ser, sentir y estar en el momento presente.
Fijar la atención y a partir de ella experimentar los sentidos, convertir en hábito el mirar lo que se tiene al frente con tranquilidad, observando los detalles. Escuchar los sonidos del medio ambiente, el organismo, la naturaleza, la música o los mantras. Captar olores y aromas disfrutando su delicia. Probar, morder o chupa alimentos degustando y tocar o palpar las diferentes texturas.
Dejarse guiar por la intuición y seguir su orientación. Ir al interior, permitir que los pensamientos vengan para después déjalos ir, agradecer cada idea que aparece para que siga su camino hasta desaparecer. Finalmente, alcanzar la concentración que conduce a la focalización y la perseverancia, dos vías mentales hacia la ensoñación, la visualización, la salud mental y la espiritualidad.
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