Las aseveraciones de Raúl González Flechas, director seccional de Fiscalías Cauca sobre el uso de Popayán como escondite por parte de jefes del narcotráfico, deben convertirse, desde ya, en una alerta temprana y una voz de alerta para todas las autoridades, desde las judiciales, policiales y militares, hasta las civiles y gubernamentales.
El funcionario dejó en claro en una sesión del Concejo de la capital caucana, que "Popayán es un lugar de tránsito para el movimiento de dinero fruto de narcotráfico", disertación que se relaciona con la inestable y famélica economía local que, a causa de la circulación de dineros de dudosa procedencia, se viene inflando de manera preocupante, despertando toda clase de negociaciones ilícitas que más temprano que tarde terminarán afectando las débiles estructuras sociales de nuestra comarca.
No es extraño entonces, relacionar las advertencias de la Fiscalía con lo que viene pasando en zonas como el oriente y el sur del Cauca, donde se vienen produciendo asesinatos a balazos casi a diario cuyos móviles según las mismas autoridades son las vendettas entre agrupaciones delictivas dedicadas al narcotráfico o a otras actividades con tintes ilegales como la minería.
Así las cosas, la preocupación se cierne por posibles efectos violentos en nuestra ciudad, que al supuestamente resguardar hombres de dudosa reputación, podría convertirse en punto de ataques armados propiciado por esos jefes en un negocio criminal que literalmente salda sus deudas a punta de bala.
Es claro también, que para una economía ilícita, la construcción es uno de los gremios que más fácil pueden ser infiltrados. Por lo anterior, según el fiscal regional, “se estarían construyendo algunos inmuebles para los jefes de estas estructuras delictivas, que no los usan para vivir sino para días de descanso”.
En ese orden de ideas debemos decir también que regularmente (y así se corrobora por la misma
historia contemporánea en nuestro país) los cabecillas de esas organizaciones mafiosas apoyadas por el poder del dinero, intentan filtrarse en la cotidianidad comunitaria, buscando desde allí escalar rápidamente posiciones de tipo social, por lo que fácilmente pueden verse involucrados con el accionar de sectores políticos y económicos de la comarca donde interactúan. En definitiva y bajo una complicidad silenciosa en general, permean todos los sectores de la sociedad sin salvarse la justicia ni la fuerza pública.
Es menester entonces para las autoridades, comenzar a indagar a fondo y desde la base, a fin de detectar o de llegar lo más rápido posible a dichos jefes narcos, evitando que estas organizaciones sigan creciendo bajo el manto de la tranquilidad citadina que supuestamente vende nuestra capital.
Es una tragedia para la ciudad que aspira a tener cada día más visitantes, que la asocien al mundo mafioso, ya que la violencia siempre está presente.
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