VÍCTOR PAZ OTERO
victorpazotero@hotmail.com
Ya hace bastantes años, cuando estuve vinculado al departamento nacional de planeación (D.N.P.) me correspondió participar en los a veces extenuantes debates intelectuales que se dieron para formular un proyecto acerca de una ley general sobre la cultura en Colombia. Ley que fue el origen y el fundamento para la creación del ministerio de cultura.
Previo a la creación de dicho ministerio en el gobierno del presidente Samper Pizano, el debate sobre la cultura volvió a tomar fuerza y hasta una inusitada virulencia, que convocó la participación de la casi totalidad de la intelectualidad colombiana; lo que por supuesto era de esperarse, pues el fenómeno y la significación de la cultura conjugan los elementos esenciales y definitivos sobre los cuales descansa el andamiaje mismo de lo que se considera la vida y la identidad misma de un pueblo y de una nación.
En el año de 1995,la presidencia de la republica público un extenso volumen que recoge lo más significativo y relevante de aquel sugestivo y apasionante debate, donde se expresaron y explicitaron los más diversos y contradictorios puntos de vista, las más opuestas visiones y consideraciones sobre el ser mismo de nuestra cultura, donde se escucharon las más diferentes valoraciones acerca del significado y la “función” que tiene, o podría tener, la supuesta cultura nacional en el contexto de nuestra atormentada y confusa vida contemporánea.
Ahora que en Popayán, donde a escala de pipián, se orquesta un debate análogo sobre la conveniencia de crear e instrumentalizar una probable secretaria de la cultura, lo primero que yo aconsejaría a los promotores de esta iniciativa sin duda valiosa, necesaria y positiva para muchos aspectos de la vida regional, es que se estudie con detenimiento y con espíritu crítico y comprensivo, aquel valioso documento que ayudaría a enriquecer y a potencializar las dimensiones y las expectativas que se articulan a un proyecto de esta naturaleza.
La cultura es algo demasiado serio, complejo y profundo y algo radicalmente transcendental en los procesos configurantes tanto de la vida personal como de la vida colectiva. No se trata de festivos espectáculos, ni de frívolos festejos, ni de divertimentos de pacotilla para entretener el aburrimiento, ni de pequeños caramelos burocráticos para ampliar el mezquino círculo del clientelismo parroquial, ni de escenarios de oropel para exhibir las vanidades personales.
Transcribo algunos fragmentos de mis puntos de vista sobre el problema, que están incluidos en el aludido libro publicado por la presidencia.
“Si se pudiesen utilizar solo algunos pocos conceptos para comprender la esencia del drama disolutivo que caracteriza a la sociedad colombiana, bastaría sostener que ese fenómeno fundamentalmente radica en el divorcio que se presenta entre la cultura y la vida. La cultura entendida como sistema de representaciones simbólicas, como lenguajes y valores que definen para los seres humanos visiones del mundo, formas de comportamiento ,normas de conducta y códigos de comunicación personal y colectiva, en este sentido la cultura necesariamente acaba convertida el elemento central que cohesiona y garantiza el fundamento mismo de la vida social, pues además ella también facilita y proporciona la casi totalidad de las representaciones mentales y espirituales que dan contenido, orientación y soporte ético al proceso de relación y de comunicación entre los integrantes de cualquier sociedad humana”
“Parte de la barbarie antisocial y generalizada que ahora padecemos se alimenta de la quiebra y de la destrucción de esos elementos que establecen la relación entre la cultura y la vida. Desde esta perspectiva podemos asumir con ambición conceptual e histórica que la idea de crear un ministerio de la cultura, no pertenece a la órbita de lo descabellado, sino que inclusive puede convertirse en importante y estratégico proyecto para enfrentar o al menos mitigar conflictos profundos que a corto plazo pueden determinar el colapso irremediable de una sociedad aquejada y quebrantada por un impresiónate cumulo de miserias tanto materiales como espirituales”
“Pero es bueno advertir y prevenir que la cultura no puede funcionar dentro de una visión asistencialista y subsidiada, que podría condicionar el espacio de libertad creativa que todo proceso cultural exige por definición. Un control institucional de la cultura es un contrasentido; encarnaría un peligro y un riesgo de manipulación y de control político e ideológico por parte de los poderes constituidos. Una institución cultural así concebida, o planificada, entraría a convertirse en un doloroso y mezquino apéndice de los nuevos totalitarismos que aspiran siempre a control de la conducta humana.
El fomento y la promoción de la cultura es proyecto de dignificación y de cualificación de la vida intelectual y espiritual de la vida colectiva. Es sinónimo del esfuerzo humano por ampliar los horizontes de la libertad personal y social; es proyecto para vislumbrar más altos niveles de plenitud para que los seres humanos amplifiquen la conciencia social e individual y puedan cumplir con mayor comprensión los rituales de SER y ESTAR en la historia.
victorpazotero@hotmail.com
Ya hace bastantes años, cuando estuve vinculado al departamento nacional de planeación (D.N.P.) me correspondió participar en los a veces extenuantes debates intelectuales que se dieron para formular un proyecto acerca de una ley general sobre la cultura en Colombia. Ley que fue el origen y el fundamento para la creación del ministerio de cultura.
Previo a la creación de dicho ministerio en el gobierno del presidente Samper Pizano, el debate sobre la cultura volvió a tomar fuerza y hasta una inusitada virulencia, que convocó la participación de la casi totalidad de la intelectualidad colombiana; lo que por supuesto era de esperarse, pues el fenómeno y la significación de la cultura conjugan los elementos esenciales y definitivos sobre los cuales descansa el andamiaje mismo de lo que se considera la vida y la identidad misma de un pueblo y de una nación.
En el año de 1995,la presidencia de la republica público un extenso volumen que recoge lo más significativo y relevante de aquel sugestivo y apasionante debate, donde se expresaron y explicitaron los más diversos y contradictorios puntos de vista, las más opuestas visiones y consideraciones sobre el ser mismo de nuestra cultura, donde se escucharon las más diferentes valoraciones acerca del significado y la “función” que tiene, o podría tener, la supuesta cultura nacional en el contexto de nuestra atormentada y confusa vida contemporánea.
Ahora que en Popayán, donde a escala de pipián, se orquesta un debate análogo sobre la conveniencia de crear e instrumentalizar una probable secretaria de la cultura, lo primero que yo aconsejaría a los promotores de esta iniciativa sin duda valiosa, necesaria y positiva para muchos aspectos de la vida regional, es que se estudie con detenimiento y con espíritu crítico y comprensivo, aquel valioso documento que ayudaría a enriquecer y a potencializar las dimensiones y las expectativas que se articulan a un proyecto de esta naturaleza.
La cultura es algo demasiado serio, complejo y profundo y algo radicalmente transcendental en los procesos configurantes tanto de la vida personal como de la vida colectiva. No se trata de festivos espectáculos, ni de frívolos festejos, ni de divertimentos de pacotilla para entretener el aburrimiento, ni de pequeños caramelos burocráticos para ampliar el mezquino círculo del clientelismo parroquial, ni de escenarios de oropel para exhibir las vanidades personales.
Transcribo algunos fragmentos de mis puntos de vista sobre el problema, que están incluidos en el aludido libro publicado por la presidencia.
“Si se pudiesen utilizar solo algunos pocos conceptos para comprender la esencia del drama disolutivo que caracteriza a la sociedad colombiana, bastaría sostener que ese fenómeno fundamentalmente radica en el divorcio que se presenta entre la cultura y la vida. La cultura entendida como sistema de representaciones simbólicas, como lenguajes y valores que definen para los seres humanos visiones del mundo, formas de comportamiento ,normas de conducta y códigos de comunicación personal y colectiva, en este sentido la cultura necesariamente acaba convertida el elemento central que cohesiona y garantiza el fundamento mismo de la vida social, pues además ella también facilita y proporciona la casi totalidad de las representaciones mentales y espirituales que dan contenido, orientación y soporte ético al proceso de relación y de comunicación entre los integrantes de cualquier sociedad humana”
“Parte de la barbarie antisocial y generalizada que ahora padecemos se alimenta de la quiebra y de la destrucción de esos elementos que establecen la relación entre la cultura y la vida. Desde esta perspectiva podemos asumir con ambición conceptual e histórica que la idea de crear un ministerio de la cultura, no pertenece a la órbita de lo descabellado, sino que inclusive puede convertirse en importante y estratégico proyecto para enfrentar o al menos mitigar conflictos profundos que a corto plazo pueden determinar el colapso irremediable de una sociedad aquejada y quebrantada por un impresiónate cumulo de miserias tanto materiales como espirituales”
“Pero es bueno advertir y prevenir que la cultura no puede funcionar dentro de una visión asistencialista y subsidiada, que podría condicionar el espacio de libertad creativa que todo proceso cultural exige por definición. Un control institucional de la cultura es un contrasentido; encarnaría un peligro y un riesgo de manipulación y de control político e ideológico por parte de los poderes constituidos. Una institución cultural así concebida, o planificada, entraría a convertirse en un doloroso y mezquino apéndice de los nuevos totalitarismos que aspiran siempre a control de la conducta humana.
El fomento y la promoción de la cultura es proyecto de dignificación y de cualificación de la vida intelectual y espiritual de la vida colectiva. Es sinónimo del esfuerzo humano por ampliar los horizontes de la libertad personal y social; es proyecto para vislumbrar más altos niveles de plenitud para que los seres humanos amplifiquen la conciencia social e individual y puedan cumplir con mayor comprensión los rituales de SER y ESTAR en la historia.
Lo innegable es que pertenecíamos a un extraordinario Imperio, que al fraccionarse, se convirtió en una manotada de republiquetas, gracias al señor Bolívar, San Martín, el cura Hidalgo. Y que sólo uniendo lo que jamás debió desunirse, lograremos ocupar el puesto que nos corresponde en el concierto de la naciones.
ResponderEliminar"La mayor afrenta que vivimos, es la negación de la verdad objetiva" ."¿Cómo puede haber democracia si no podemos estar de acuerdo siquiera en lo que pasó ayer" Martín Barón.