Un debate de nunca acabar

El suceso presentado el pasado jueves en las afueras de un centro asistencial de la capital caucana, donde un ciudadano protestaba para que la clínica no procediera con la interrupción voluntaria del embarazo de su compañera sentimental, reabre el siempre polémico debate sobre el aborto en nuestro país.

Sobre este caso vale la pena decir que la mujer involucrada tiene sus razones para solicitar este procedimiento médico y no seremos nosotros los que juzguemos su validez judicial, ética o moral. Asimismo, el padre gestante argumenta sus razones para pedir que no se ejecute el aborto, clamando principalmente por el derecho sagrado de la vida del hijo que está en el vientre de su compañera con 7 meses de gestación. Esa entonces será una decisión que debe pasar por los estrados judiciales.

La discusión en relación a esta situación, no debería ser si es legal o no realizar abortos a diestra y siniestra, probablemente generando aquello, que ya nadie se proteja y cuide, sino cómo evitar que haya que recurrir a eso, que de entrada representa un procedimiento riesgoso y doloroso, no solo físicamente, sino mental y espiritualmente. El debate sobre este sensible tema es inmenso, no solo en nuestro país, sino en gran parte del mundo. Primero porque su discusión le abre la puerta a un gran dilema moral y religioso que tiene que ver con la vida, y aquel versículo bíblico que habla acerca de la concepción humana desde el vientre de la madre, y segundo porque también el debate supone la realidad feminista, que habla sobre los derechos de la mujer, entre esos, el de decidir, querer tener un hijo o no.

Frente a ello, y algo que debería discutirse, es justamente que en el mundo ha faltado en las últimas décadas, una verdadera educación sexual, que permita, informar y concientizar a millones de mujeres sobre los diferentes métodos de planificación, de cuidado y prevención de enfermedades, entre muchos otros puntos, que ahorrarían de plano la discusión de abortar o no. Por supuesto que cada mujer tiene derechos, y el no querer tener un hijo pudiera ser uno de ellos; pero también le corresponden deberes, entre esos, cuidarse y protegerse.
La del aborto es una discusión recurrente que requiere soluciones de fondo, al tenor de la autodeterminación de las personas y, por encima de todo, del amparo de derechos constitucionales que parecen desbordar las instituciones encargadas de garantizarlos. Derechos eso sí que también deben garantizársele al padre, quien para el caso que tratamos en este espacio editorial, se relacionan con el de la vida para su hijo y de él mismo como futuro progenitor.

Es indudable que el aborto está estrechamente vinculado con los problemas que vive el país, sean de tipo social, económico o del entorno familiar, así como con los prejuicios que son tan difíciles de superar en nuestro medio cultural. Así que será pertinente que reflexionemos, cuan costoso resulta interrumpir un embarazo y que poco cuesta prevenirlo.

Que fácil resulta interrumpir una vida; qué difícil es borrar de la conciencia esta actitud irreflexiva.

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