Gobiernos populares y populistas

CARLOS E. CAÑAR SARRIA
carlosecanar@hotmail.com


Es necesario diferenciar entre gobiernos populares y gobiernos populistas. Donde habita la pobreza extrema, necesariamente existe y existirá el populismo, conocido también con el nombre de asistencialismo. En el análisis político moderno mucho se ha dicho y escrito sobre la conveniencia o no del populismo. Esta práctica política y social tienen sus amigos y detractores. Al respecto se concibe un relativismo axiológico, es decir, lo que para unos puede ser bueno para otros puede ser malo. Sin embargo, en el régimen político democrático es una preocupante patología. La gente no logra madurar como ciudadano y mucho menos la consecución de una autonomía y prosperidad económica que permita a la población paulatinamente salir de la miseria y la pobreza.

En Latinoamérica, por ejemplo, esta modalidad ha sido una constante por parte de los regímenes políticos que se dicen democráticos; sobre todo, de algunos mandatarios que han pretendido y pretenden impulsar procesos de democratización en sus respectivos países, o de otros que ante crisis de legitimidad pretenden oxigenarse y perpetuarse. Sin embargo, una cosa es un gobierno popular y otra cosa es un gobierno populista.

Un gobierno popular es de constante acercamiento al pueblo en materia de derechos sociales, políticos y económicos, mediante reformas y políticas públicas que puedan ir mejorando las condiciones socioeconómicas de las personas que se ven traducidas en el mejoramiento de los índices del PIB; la gente siente así, que va pasando de las condiciones de miseria a la pobreza y de ésta hacia una situación de dignificación humana.

Por el contrario, los regímenes populistas, en lugar de superar la pobreza la acentúan cada vez más. Las asistencias o regalos a la población miserable en nada contribuyen en una solución definitiva de las grandes demandas y necesidades sociales. Se producen soluciones momentáneas, que hace que las personas terminen conformes y agradecidas. Se abona terreno para construir y reproducir una sociedad mendicante y toda mendicidad pordebajea a las personas necesitadas y las hace dependientes, fácilmente manipulables y acríticas.

Es así como el populismo, es una herramienta de valiosa utilidad en términos electoreros y por ello suele ir acompañado de clientelismo. A los populistas no les interesa que los pueblos crezcan en condiciones de dignidad, sólo les importa reproducirse; lograr el poder y mantenerlo.

Los gobiernos populares suman esfuerzos por garantizarles a las personas el derecho al trabajo para que vayan saliendo de la miseria o pobreza y puedan vislumbrar un futuro más promisorio. Los gobiernos populistas regalan pescado y no cañas de pescar. Ayudan para que los miserables subsistan no para que progresen.

Lo cierto de todo esto es que un gobierno de corte popular, no puede actuar sin un verdadero acercamiento a los más pobres y necesitados. Un gobierno populista recurre a los sectores deprimidos para utilizarlos. No garantiza cambios estructurales sino que profundiza las desigualdades.

Difícil prever los alcances y limitaciones de la iniciativa de vivienda gratis, pensamos que como la concibió el ex presidente Santos, si en realidad resuelven definitivamente el problema de vivienda de las familias destechadas, no son soluciones populistas sino populares. Los populistas espantan el hambre por un rato, no la quitan.

En Colombia hace mucha falta, el diseño e implementación de políticas públicas populares, que puedan enmarcar un desarrollo humano que signifique sacar al país de entre los más pobres de la región latinoamericana. La atención a los derechos sociales y económicos debe ser una prioridad; para ello se necesitan verdaderos líderes que tengan sensibilidad social. No sólo en el Ejecutivo sino también en el Legislativo, poderes que se mantienen en deuda con la sociedad. Mientras en Colombia, los dirigentes sigan al pie de la letra con las exigencias de los organismos internacionales de crédito y las políticas neoliberales que están estallando en crisis por todo lado, difícilmente contaremos con gobernantes y legisladores populares, y será inalcanzable la democratización de la sociedad.

Políticas públicas de empleo justamente remunerado y relativamente estable, podría ser una salida al populismo que parece afincarse en Latinoamérica. La condición humana tiende a valorar más lo que se gana con el trabajo y el esfuerzo, que aquello que procede de la dádiva. Una democracia verdaderamente moderna no reproduce la mendicidad, por el contrario la supera. Hay que revisar los planes de desarrollo.

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