Un Oscar que nadie quiere

HAROLD MOSQUERA RIVAS 
hamosri@hotmail.com

Oscar Eduardo Orjuela, es el nombre del joven de 19 años de edad que, en el sur de Bogotá, torturó, violó y luego asesinó a su hijastro de apenas 22 meses de nacido. Llevaba 4 meses de convivencia con la madre del menor y todo concluyó en esta tragedia.

El asunto fue de tal gravedad y alevosía por parte del infractor, que, durante la primera audiencia, el Juez de Control de Garantías que debería decidir si le imponía una medida de aseguramiento de detención preventiva, no pudo resistir el dolor que producían las pruebas presentadas por la Fiscalía y terminó llorando acongojado, rompiendo de esa manera la objetividad e imparcialidad que debe caracterizar su proceder como operador judicial.

Lo increíble es que el abogado defensor del Oscar, quien debería reclamarle al juez su falta de objetividad, estaba llorando por la misma causa, antes que lo hiciera el Juez y ni siquiera tenía un pañuelo para secar sus lágrimas, mientras que el autor del delito escuchaba lo observaba el transcurrir de la audiencia con la tranquilidad de quien nada debe y nada teme.


Al igual que el juez y el defensor, no pude contener las lágrimas al imaginar a ese pequeño inocente, sufriendo golpes, ultrajes, fuego, una violación y luego solo alcanzar alivio en el momento de su muerte. Imaginé a cualquiera de mis hijos a esa edad y en esa situación y por primera vez en la vida sentí deseos de quitarle la vida a una persona, creo que de haber estado en la audiencia es seguro que lo hubiera intentado, pues el cuadro genera esa clase de sentimientos. Al terminar el noticiero, ya un poco más calmado, desde mi fe católica elevé una oración al cielo por el eterno descanso de ese pequeño inocente y pedí perdón por mi impulso emocional. Luego pensé en la infancia que habría tenido el joven Oscar Eduardo, posiblemente también fue maltratado y abusado, a lo mejor no tuvo acceso a una familia llena de afecto y amor, a lo mejor le faltaron muchas cosas y ese muchacho es solo un producto de la sociedad en la que vivimos, llena de injusticias, de inequidades, de violencia, de odios, de dolor y desesperanza. Quizás la muerte resulte ser para Oscar una solución a todos los problemas que durante 19 años le han acompañado.

En todo caso, en estos días en que el mundo entero está pendiente de la entrega de los premios Oscar de la academia de Artes Cinematográficas, imagino que el caso que motiva este artículo, bien podría convertirse en una película que superara a Ford y Ferrari, El irlandés, 1917, Historia de un matrimonio, Jojo Rabbit, Mujercitas, el Joker y Érase una vez en Hollywood para ganarse el premio a la mejor película del año, un drama insuperable. En todo caso, el autor de este crimen es el único Oscar que nadie  quisiera ganarse.

Que Dios perdone a ese muchacho porque no creo posible que en la tierra encuentre alguien que de verdad pueda perdonarle lo que hizo.

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